miércoles, 15 de mayo de 2013

David B. Agus (Oncologo)


"La salud es una decisión, podemos influir en nuestro destino genético"

Tratamientos personalizados, estilos de vida, genética e interruptores existenciales son algunos de los temas que aborda el oncólogo David B. Agus en el libro 'El fin de la enfermedad' (Ariel). El profesor de la Universidad de Southern (California), galardonado con el premio de la American Cancer Society, nos cuenta las claves de la prevención.




Para el profesor Agus (Baltimore, 1965), uno de los problemas sanitarios de nuestro tiempo es el sedentarismo. Reconoce haberse convertido en su propio conejillo de indias instalándose durante una semana un aparato en la muñeca para medir su propio movimiento. Se quedó de piedra al comprobar sus largos períodos de inactividad. Desde entonces, reorganizó su horario y espacio de trabajo para ser más activo. Todo para plantar cara a la enfermedad y encontrar sus claves, muchas de las cuales pueden descubrirse en su nuevo libro, un auténtico manual en el que pueden hallarse análisis científicos y consejos prácticos sobre nutrición, estilos de vida y salud en general.

-¿Cree que la ciencia puede acabar con la enfermedad? 
-Podemos establecer que el fin de la enfermedad es posible en base a dos creencias fundamentales. En primer lugar, la mayoría de las enfermedades se puede prevenir o retrasar; la segunda creencia encarna el sentimiento optimista de que en un par de décadas habrá “píldoras mágicas” que traten muchas de las enfermedades de hoy. Tengo la suerte de ser testigo del progreso en laboratorios y empresas de todo el mundo, tanto en tecnología como en el desarrollo de fármacos. De ahí mi optimismo y esperanza. 

-¿Cuál es el papel de la prevención?
-Los descubrimientos que revolucionan el tratamiento de enfermedades ocurren muy de vez en cuando. La mejor manera de tratar no sólo el cáncer, también la enfermedad cardiovascular, los derrames cerebrales, la depresión, la diabetes y las enfermedades autoinmunes, es prevenirlas. Un inconcebible 70 por ciento de los estadounidenses que mueren cada año lo hace a causa de las enfermedades crónicas que le acabo de mencionar. Las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y los derrames cerebrales provocan más de la mitad de los fallecimientos anuales. Hoy en día, buena parte de la población de mi país vive con alguna enfermedad crónica. Y la mayoría se puede prevenir o retrasar. 

-¿Es importante la tecnología en estos procesos?
-Creo que en el futuro las nuevas tecnologías tendrán un lugar fundamental en el cuidado de la salud y la lucha contra la enfermedad. Hoy por hoy, la genética se presenta como una tecnología capaz de ofrecer nuevas perspectivas. En un futuro próximo, la proteómica (análisis de las proteínas en sangre), la microbiómica (análisis de la flora bacteriana del aparato digestivo), la metabolómica (análisis de los metabolitos) y otras tecnologías emergentes darán información sobre cada uno de nosotros, las enfermedades a las que nos vamos a enfrentar y la mejor manera de tratarlas. 

-¿Cómo interviene la genética en el desarrollo de las enfermedades?
-En la mayor parte de ellas, la genética no es más que una pequeña pieza de un rompecabezas. Generalmente, la genética sólo te ofrece la mitad del cuadro, la otra mitad la da el entorno (la dieta, el estrés, el ejercicio, etc.). Hay demasiadas personas que dejan su salud en manos del azar y piensan que están condenadas o bendecidas con genes malos o buenos y que la longevidad no es una decisión que dependa de ellas mismas. Al contrario, la salud es una decisión. Podemos influir y alterar su destino genético según cómo cuidemos nuestra salud y las acciones o intervenciones que elijamos hacer (o sea, ¡cambia el entorno!). Es el caso de algunas enfermedades, como el cáncer, aunque la genética pueda ser importante a la hora de establecer las diferencias entre el cáncer y el tejido normal y de suministrar dianas para su tratamiento. 

Uno de los capítulos centrales de El fin de la enfermedad es el de los tratamientos personalizados. El profesor Agus considera que este tipo de medicina no pertenece al futuro sino que está más cerca de lo que la gente pueda pensar: “Ya empieza a ganar impulso en el campo de la psiquiatría, históricamente repleto de episodios agotadores de ensayos a ciegas. La genética de las enfermedades mentales continúa siendo un misterio complejo”.

Enfermedades comunes


-¿Podrán llegar a ser estos tratamientos más eficientes con el alzheimer o el cáncer? 
-Sin duda alguna. Estamos asistiendo a cada vez más tratamientos personalizados. Se empezó con distintos tipos de cáncer, pero ahora la genética se aplica a muchos trastornos psiquiátricos para determinar la dosificación de la medicación en pacientes individuales. En los próximos años veremos muchos más tratamientos destinados a enfermedades comunes. 

-¿Cuál es el mito que, en su opinión, amenaza más la conservación de la salud?
-Uno de los más dañinos es el de que las vitaminas son necesarias y beneficiosas para la mayoría de la gente, cuando la realidad es que, en muchos casos, no reportan ningún beneficio y pueden incluso causar un daño considerable. En cenas de amigos me convierto muchas veces en centro de encendidas discusiones, rodeado de personas que dedican un cajón entero de la cocina o del cuarto de baño a frascos y ampollas de multivitaminas y otros suplementos. Tengo la sensación de que se encuentran expuestos a estrategias de marketing que nos incitan a consumir un mayor número de antioxidantes, vitaminas y demás nutrientes procesados. La clave está en preguntar si ha habido algún estudio que demuestre sus efectos beneficiosos.

-Entonces, no necesitamos ni suplementos ni vitaminas.
-En la mayoría de los casos la respuesta es no. Hay algunas excepciones, como las mujeres embarazadas o personas con ciertas enfermedades oculares. En general, las vitaminas no tienen mucho efecto en la salud; de hecho, varios estudios apuntan a que tomar suplementos vitamínicos puede resultar dañino. Hay que comer alimentos reales.

-¿Dónde reside el interruptor maestro de la vida del que habla en su libro?
-Bueno, creo que la idea de que todos los seres vivos tenemos un interruptor maestro en alguna parte profunda de nuestro ser es tan fascinante como mística. Pensemos, por ejemplo, que un ratón puede vivir de tres a cinco años antes de desarrollar un cáncer y morir; que un perro vivirá de siete a catorce años aproximadamente antes de sucumbir a los efectos de esa enfermedad; y que un ser humano que de media sobrevive de siete a nueve décadas, acabará desarrollando un cáncer a menos que ocurra algo antes que lo impida, como una enfermedad cardiovascular o un accidente trágico. Estas tres especies comparten un ADN sorprendentemente parecido, pero hay una gran diferencia entre vivir un par de años, vivir una década entera o avanzar hacia el ocaso durante casi un siglo. Hay un interruptor maestro y está dentro de cada uno de nosotros. En los próximos años, el reto para la ciencia es llegar a entender mejor este interruptor y averiguar cómo manipularlo. Estamos ante un tiempo fascinante. (
JAVIER LÓPEZ REJAS )