Reyes (Ciudad de México, 1972) comenzó este proyecto en 2007 bajo el nombre de Palas por Pistolas. Eso ocurrió en la ciudad de Culiacán (capital del Estado mexicano de Sinaloa, al noreste del país, cuna del cartel de narcos más importante de México). Ahí consiguió la donación de 1.500 armas que fundió para convertirlas en el mismo número de palas para sembrar la misma cantidad de árboles. La gente que supo del proyecto, financiado por diversas instituciones, se peleaba para demostrar a Pedro que habían plantado un árbol, y que por ende tenían derecho a una pala, arteobjeto que antes fue metal que disparaba metal. Un par de años más tarde recibió una llamada del Ejército mexicano que le ofrecía miles de armas confiscadas en una de las ciudades más violentas del país para desarrollar una obra de arte. El también escultor sólo pudo pensar en una opción: de los cañones que significaron muerte en Ciudad Juárez ahora saldría música.
De la mano de herreros y músicos construyó instrumentos de viento, cuerdas y percusiones. Montó un concierto el pasado octubre en el que varios artistas tocaron los nuevos artefactos e interpretaron Imagine, de John Lennon, para entregar el mensaje del artista sobre que la cultura es la mejor medicina contra la violencia. “Lo que es necesario es darnos cuenta de que la cultura es una de las armas más poderosas contra la inseguridad. Si realmente queremos reconquistar el espacio público, debemos de pensar en la cultura como uno de los recursos más efectivos que existen para reconstruir el tejido social”, plantea Reyes en entrevista con EL PAÍS.
Entre las manos de Reyes ahora hay una flauta de pan cuyos tubos fueron una vez partes de un rifle. Es pesada y fría pero la sostiene por la empuñadura que tiene como base, apunta y sopla. El sonido dulce del instrumento se escapa unos instantes. Imposible imaginar la resonancia de un disparo. El artista ha conseguido dar un cambio de 180 grados al sentido de este objeto.