Grandes directores de cine y teatro como Wong Kar-wai o Bob Wilson perdieron el 9 de septiembre a uno de sus mejores colaboradores con la muerte del compositor, violinista y director de orquesta estadounidense Michael Galasso. Galasso falleció en París, donde residía desde 2002, a los 60 años, por las complicaciones que le había provocado una hepatitis C.
Nació en 1949 en Hammond (Luisiana), en una familia de músicos: su padre era violonista y director de orquesta, y su madre tocaba el oboe. A los tres años ya manejaba el violín y a los 11 dio su primer concierto en solitario.
De formación eminentemente clásica, reconocía que su forma de ver la música cambió cuando conoció a los 18 años a John Cage. Su eclecticismo le convirtió desde ese momento en un autor válido para cualquier banda sonora: de películas, instalaciones, ballets, teatro... Por eso, en la gran antología que el museo neoyorquino Guggenheim dedicó a Giorgio Armani, Galasso se encargó de todos los fondos musicales.
Una de sus instalaciones sonoras más populares fue la de la basílica parisiense de Saint-Denis. Estaba muy interesado en las melodías tradicionales estadounidenses, la música barroca y las canciones populares de Irán y Asia central.
Ese eclecticismo le llevó a viajar por todo el mundo y a colaborar con muy diversos artistas. En teatro, Bob Wilson recurrió habitualmente a su talento desde 1972, con el espectáculo Overtura, hasta su fallecimiento. Además, grabó dos álbumes con el guitarrista noruego Terje Rypdal.
Sin embargo, cualquier cinéfilo recuerda a Galasso por sus trabajos para la gran pantalla. Sus dos primeras partituras fueron las excepcionales bandas sonoras de Chungking express y Deseando amar (In the mood for love), ambas de Wong Kar-wai, y las dos en colaboración con el compositor Umebayashi Shigeru. Para Marion Hänsel puso música a su Clouds: letters to my son (2001); con el iraní Babak Payami colaboró en El voto es secreto (2001), y desde entonces intensificó su ritmo laboral: hasta su muerte, 15 bandas sonoras más para filmes de ficción y documentales, algunas de gran éxito comoEsperando las nubes, de la turca Yesim Ustaoglu; y, sobre todo,Séraphine, de Martin Provost, con la que logró el Cesar -los premios de la Academia del Cine francés- a la mejor banda sonora el año pasado. Todos estos trabajos los compaginaba con innumerables conciertos. Su última composición para la gran pantalla la realizó para el documentalElla es el matador, de Celeste Carrasco y Gemma Cubero, la historia del machismo en el mundo del toro y cómo algunas mujeres intentan triunfar en él.